El tsunami del básket italiano

En diciembre de 2004, un tsunami terrorífico arrasó el sudeste asiático . Para quienes lo recordamos, la imagen de la devastación del agua sigue sobrecogiendo.

Un ramal de injusticia poética se desvió hacia Italia para asestar un disparo a bocajarro al basket transalpino y del que no se ha recuperado desde entonces, ya que la italbasket y los clubes italianos llevan 15 años sin aparecer en finales continentales o mundiales.

Irónicamente, fue un año espléndido. En los segundos Juegos de Atenas, Italia se colgaba su segunda plata olímpica y semanas antes el otro equipo de Bolonia, el Fortitudo (entonces con el nombre comercial de Skipper), se colaba en la final de la máxima competición continental, tras eliminar a sus compatriotas del Mens Sana Siena (Montepaschi) en la Final Four, que perdió con el Maccabi Tel Aviv. Era el cuarto año consecutivo que un club transalpino la disputaba, de las cuales solamente el Virtus de Bolonia (Kinder) logró triunfar en el primer año de la serie. Derrotó en un emocionante playoff a cinco partidos al Baskonia de Dusko Ivanovic, Bennett, Nocioni, Scola y Oberto, entre otros, en un duelo con regusto argentino, ya que en el equipo dirigido por Ettore Messina la lista se completaba con Manu Ginóbili y Hugo Sconochini. La campaña siguiente, los boloñeses no repitieron título, ya en formato de Final a cuatro, al perder con el Panathinaikos y, uno más tarde fue el Treviso (como Benetton) el que cayó ante el Barça de Navarro, Bodiroga y Sharunas Jasikevicius. Saras renovó honores en 2004 liderando al Maccabi, que doblegó al Skipper en la Mano de Elías. No hubo color, ya que el primer cuarto se saldó con un aplastante parcial de 31-13. Como anécdota, un tal Tony Parker jugaba en las filas macabeas, pero nada tenía que ver con la estrella de la NBA. En la Fortitudo suenan, entre otros, Marko Vujanic, Gianluca Basile, Delfino, Gianmarco Pozzecco, Smodis, Lorbek o un pipiolo llamado Marco Belinelli. La caída aún fue más dura cuando el Fortitudo desapareció años más tarde y, actualmente, en una suerte de refundación, se emplea en categorías menores.

En la final olímpica, Delfino se desquitó, pero no sus colegas Basile y Pozzecco. Se habían visto en el último encuentro de la fase de grupos con triunfo por la mínima de los transalpinos, que enviaba a los sudamericanos a enfrentarse al anfitrión, Grecia y a la parte dura del cuadro con España, que se había impuesto a ambos y con Estados Unidos, que descolocó el torneo perdiendo con Puerto Rico y Lituania y acabar cuarta de grupo, tocándole en suerte los Gasol y compañía. Se impuso Estados Unidos pero si la España aquellos júniors de Lisboa era peligrosa, Argentina había sido la primera escuadra en derrotar a un Dream Team. Dos años antes, conmocionó al mundo en la fase del grupos del Mundial asestando un 87-80 en una de las capitales del baloncesto estadounidense, Indianápolis. En las semifinales de los juegos de Sydney, Jasikevicius tuvo un triple a dos segundos del final que hubiese otorgado la gloria a Lituania, pero ésta fue para los de Rubén Magnano, que días después saboreaban una amarga plata al caer en la final con la selección que remataría a los NBA, Yugoslavia (Serbia y Montenegro de facto), incluida una decisión arbitral controvertida. El que dirigían George Karl y Gregg Popovich no un era Dream Team de lujo, pero tenía a Paul Pierce, Jermaine O’Neal y, aunque tocado, al veteranísimo Reggie Miller, oro mundial y olímpico. En 2004 los estadounidenses no tenían excusa. Larry Brown reunió a una espina dorsal de primeros espadas con Tim Duncan, LeBron James y Allen Iverson, y otras estrellas como Carmelo Anthony. Ni aun así. Esa generación argentina era celestial y con 29 puntos de Manu Ginóbili, las diabluras de Scola bajo el aro y el eficaz trabajo de Oberto, le encajaron a la NBA un golpe aún más duro.

El día de Argentina

El día de la final no pudo empezar mejor para los sudamericanos. Tras 52 años sin un oro olímpico, el combinado de fútbol de los Ayala, Mascherano, D’Alessandro y Tévez derrotaba a Paraguay en la final y enterraba la maldición. Minutos después los de Magnano, ante casi 15.000 espectadores y con la preocupante ausencia de Oberto llevaban la batuta pero, a comienzos del último cuarto, seguían sin dejar de rueda a los transalpinos. Tanto es así que la diferencia era de dos puntos (61-59). Irónicamente, fue el principio del fin. Una buena racha combinada con una antideportiva a Basile dio siete puntos seguidos a los celestes y sentenció a los de Carlo Recalcati. Era la gran oportunidad pero se toparon con una generación magnífica, como en en Moscú-80. Entonces, sin Estados Unidos por boicot, superaron a la anfitriona y campeona de Europa en la ronda final, lo que resultó decisivo para clasificarse. Allí esperaba una de las mejores selecciones del baloncesto europeo de todos los tiempos, Yugoslavia, vigente campeona del mundo, que no dio opción y derrotó por segunda vez en el torneo a los italianos.

Ahora, transcurridos quince años desde que el OAKA y la Mano de Elías oprimiesen al pallacanestro, los presagios no son alentadores, considerando que solamente el Olimpia (Armani Milano) tiene licencia A de Euroliga y que la selección da tumbos pese a sus individualidades. Algo que cuesta entender si, por un lado, repasamos que durante estos años un puñado de jugadores han coqueteado o consolidado su carrera como jugadores de la NBA, un par incluso vinculados a una franquicia, algo harto difícil en el campeonato norteamericano: el pívot Andrea Bargnani fue NBA entre 2006 y 2016, llegando a ser capitán de los Raptors; Danilo Gallinari (31 años, City Thunder), se inició con tres temporadas en los Knicks y para establecerse en Denver, donde se mantuvo seis años. También destaca el citado miembro del Skipper de 2004 Marco Belinelli (33 años, segunda etapa en San Antonio), todo un nómada que luce un anillo con los Spurs y el triunfo en un concurso de triples. A ellos se ha unido esta temporada un rookie veterano, Nicolò Melli (28 años, New Orleans Pelicans). Pero, si repasamos la nómina de campeonatos y finales continentales, vemos que suman trece (más 11 finales) de la máxima competición y 38 totales (con 65 finales), incluyendo Recopa y Copa Korac, mientras la selección aunque le falte una medalla mundialista, luce 2 oros continentales (ambos ante España), 4 platas y 4 bronces.

Los veteranos del baloncesto, que disfrutaron de la época 1970-1988, los echan de menos, ya que la selección cosechó la mitad de sus medallas en dicha época y, de los trece títulos de la actual Euroliga, nueve (y ocho de las otras once finales restantes). La Lombardía era referente europeo con tres localidades muy próximas: Varese, Cantù y Milán. De hecho, es indeleble la huella de la final de 1983, cuando solamente se clasificaban los campeones de Liga y el vigente campeón, que disputaron canturinos y olímpicos milaneses, y supuso el doblete para la pequeña localidad de la provincia de Como.

Fuente imagen destacada: captura de youtube modificada.

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