Escocia, la flor que se marchita (y II)

Si en el rugby escocés de selecciones añoran otros tiempos en el fútbol es peor. Su época dorada, alentada por la Copa de Europa del Celtic en 1967 y la Recopa de los Rangers cuatro años después, quedó en nada de nada.

Muchas veces fue el infortunio pero, cuando los hados se tornaron favorables, les castigaron la soberbia y los excesos. Eso sí, hay un leitmotiv: Latinoamérica-Centroeuropa. De esta mezcla, capítulo aparte merece Brasil, a la que se la encuentran hasta en la sopa condensada de Campbell. Tardaron 20 años en cruzársela y luego sus bolas se pegaron con Loctite, fundentes más que calientes.

Por hacer historia, en 1954, en la primera presencia mundialista, ya obra el hilo conductor: debut con derrota por la mínima ante Austria (1-0) y abultada goleada que les encaja la vigente campeona, Uruguay (7-0). Cuatro años después, empatan de salida con Yugoslavia y Paraguay culmina la faena enviándolos a casa (3-2). Por cierto, el segundo tanto uruguayo lo marca Cayetano Re, pichichi de la Liga en la 64-65 con el Barcelona y técnico de Paraguay en el Mundial 86.

A partir de aquí comienza un calvario desconcertante, ya que no consiguen clasificarse para los siguientes tres mundiales, además de que los eliminan en la fase de clasificación de las eurocopas del 68 y 72. Resulta curioso que coincide con una de las generaciones de jugadores más famosas de su historia, prolífica en títulos con sus clubes pero que decepcionó con la selección, momentos puntuales aparte. Una muestra: Jimmy Johnstone –campeón de Europa con el Celtic–, Willie Henderson –doble finalista de la Recopa con los Rangers y despedido antes de finalizar la temporada en que ganaron la Recopa–, Denis Law -único Balón de Oro escocés en 1965 y campeón de Europa con el Manchester United–, Billy Bremner o Peter Lorimer –dos Copas de Ferias y una final de Copa de Europa con el Leeds Utd–. Resumiendo, en los primeros 20 años de las competiciones europeas (1955-75) los equipos escoceses aparecieron 17 veces en semifinales, de las 23 ó 24 que suman hasta ła fecha (aquí incluyo el resultado de la Copa de Europa 92-93, en que los Rangers fueron segundos en uno de los grupos que daban acceso directo a la final, en el que se las vieron con el Olympique de Marseille), llegaron a cinco finales logrando dos de los tres títulos europeos que ostentan. Los Hibs, el Dundee FC y los Rangers fueron semifinalistas de la actual Champions antes que el Celtic, que alcanzó dos con un título en sus vitrinas. En la extinta Recopa, los de Ibrox alzaron el trofeo a la tercera, en el Camp Nou. El último se demoró hasta principios de los 80, cuando el Aberdeen de Strachan, Leighton y McLeish, entrenado por Alex Ferguson, derrotaría al Madrid de los cinco subcampeonatos en la prórroga. Una copa, por cierto, que los merengues nunca levantaron.

Tragedia a dos bandas en la Alemania Federal

Fue en los 70 cuando el destino dio una vuelta de tuerca más y los maldijo definitivamente. En el 74, año de la cuarta y última semifinal de Copa de Europa del Celtic, la famosa contra el Atlético en cuya ida se produjo la batalla de Glasgow (se habla mucho de Panadero Díaz y Ayala, pero la acción más escalofriante es la de Benegas cerca del córner). Los escoceses unieron a la experimentada generación, jóvenes con talento como Joe Jordan y Kenny Dalglish, que paladearían esta época agridulce en plenitud. Clasificados para la fase final del Mundial el grupo en suerte, con Yugoslavia y Brasil, se antojaba complicado, por lo que el partido contra la entonces Zaire (actual República Democrática del Congo y Congo belga en la época colonial) podía ser decisivo. Y lo fue. En la preparación previa, tras derrotar 2-0 a a Inglaterra en Hampden Park en mayo se acrecentó el optimismo. Días después, se imponían a Noruega en Oslo. Los pesimistas experimentaron una relajante premonición, intuyendo que el equilibrio natural del mundo se restablecería. Primero, porque Jinky Johnstone no participaría en el Mundial. La causa más probable parecen ser un par de borracheras escandalosas con motivo de los amistosos preparatorios citados, que desbordaron el vaso de la paciencia del seleccionador Willie Ormond. Segundo, en el debut contra los centroafricanos los nervios fueron palpables. El meta zaireño Kazadi fue generoso y facilitó un gol, pero aun así el encuentro acabó 2-0. Otro clásico, Law, fue uno de los damnificados para el segundo match contra la Brasil posPelé. Unía a veteranos de México-70Piazza, Rivelino, Jairzinho y Paulo César Lima, con futbolistas de clase que después pasarían en el Atlético de Madrid como Luiz Pereira, Leivinha o Dirceu –éste no jugó hasta la segunda fase–. El partido concluyó 0-0, con ocasiones por ambas partes como para que no fuese así. Los escoceses se soltaron en la segunda mitad y amenazaron la meta de Leão con un surtido de intentos. La más recordada es un cabezazo de Jordan, que rechaza el meta brasileiro en corto y que Bremner, the man with cojones, de tener una décima de segundo más, hubiese convertido en gol.

En el tercer partido, los escoceses habían de ganar o que Zaire les echase un cable perdiendo por dos o menos. Aquel sábado por la tarde los yugoslavos retornaban al Walstadion de Fráncfort, un estadio propicio, donde habían superado a España en el partido clasificatorio de desempate y empatado con la canarinha días antes. Brasil lo tenía en su mano: ganando por tres goles, se clasificaba seguro. Tras la debacle congoleña ante Yugoslavia (9-0) no parecía complicado. No obstante, se cernía la espada de Damocles por no haber marcado, dato que se acrecentaba con la sombra del asombroso triunfo de 1970. Un sacrilegio, vamos. No empezaron mal, ya que antes del cuarto de hora habían soltado lastre gracias al gol del impresionante Jairzinho. Llegó el descanso y todo permaneció inalterado. A mediados del segundo tiempo otro superclase, Rivelino, les acercó a un tanto de un objetivo que se demoraba. Así se llegó al tramo final. En un lapso de tiempo corto, todo le empezó a dar vueltas a Escocia con dos goles, a cual más desastroso. En el estadio del bosque francfortés un toque de clase de Dragan Dzajic lo cabeceó Karasi a las redes y una cantada del meta Kazadi dio a Brasil el tercero en la cuenca del Ruhr. El postrero tanto de Joe Jordan solo sirvió para convertirlos en el primer eliminado de un mundial sin perder un partido.

Al final de la temporada 1977-78 el Liverpool había ganado la Copa de Europa con Alan Hansen, Souness y Dalglish en sus filas; el Nottingham Forest, siguiente ganador, la Liga y Copa de la Liga con Gemmill, John McGovern, John Robertson y Kenny Burns, jugador del año en Inglaterra; y el Ipswich Town, la Copa con John Wark y George Burley (subrayados, los que viajaron a Argentina). En la clasificación, habían eliminado nuevamente a Checoslovaquia, que en este caso era la vigente campeona de Europa. El seleccionador Ally McLeod, en un exceso de confianza, blasonó sobre el potencial de sus chicos y, Ley de Murphy, castañazo mayúsculo.

El grupo lo componían dos campeonas continentales: Irán (la única asiática de 16 equipos, cuando llegar al Mundial era una criba seria) y Perú. Completaba el cuarteto Holanda, subcampeona del mundo. Sudamérica y Centroeuropa juntas era un cuervo negro sobrevolando el optimismo escocés. El primer partido ante los andinos debía ser la clave. Tenían dos supervivientes de México-70 como estandartes: el capitán Héctor Chumpitaz (34 años) y el elegante mediocampista ofensivo Teófilo Cubillas (29). También, pero como suplente, al exbarcelonista Cholo Sotil (29). El partido comenzó de cara, ya que Jordan cazó un mal rechace del meta Quiroga a tiro de Bruce Rioch y anotó antes del cuarto de hora. Al filo del descanso, los andinos igualaron merecidamente por medio de Cueto. En la segunda, Don Masson gozó de la gran ocasión de restablecer la ventaja con un lanzamiento de 11 metros pero el meta argentino-peruano se congració con los suyos y evitó el gol con una gran estirada. Masson nunca había errado un penalti con Escocia. En el último cuarto de hora emergió Cubillas, con dos impresionantes disparos, uno de falta, para decidir la contienda. Los cuervos ya habían atraído a los buitres. La circunspecta cara de McLeod era elocuente. Tras el encuentro, el ambiente se enrareció porque se expulsó al extremo Willie Johnston al dar positivo por fencanfamina (presente en antigripales como Reactivan), un estimulante de baja potencia. Al parecer, quiso combatir una rinitis.

La segunda jornada el rival era Irán, presa fácil de Holanda en el debut. El técnico escocés apostó por ser más ofensivo manteniendo los cambios del encuentro ante Perú, reemplazando a Rioch y Masson por Archie Gemmill y Lou Macari. Robertson entró por Johnston el maldito. Pero los nervios pudieron con la Tartan Army, que no dio una a derechas. La fortuna les dio la cara, sin embargo, cuando Eskandarian estorbó a su portero en un balón al área a poco del intermedio y, al despejar, mandaba el balón a las mallas desde doce metros. Ni por esas. Al cuarto de hora de la reanudación, Danaifar fue tenaz, se zafó de Gemmill ante la pasividad de Sandy Jardine y aprovechó que Rough le dejó el primer palo franco para abrir la página de catástrofes. Se consumó media hora después. Probablemente fue el día más amargo del fútbol escocés (salvo que los aficionados del Rangers opinen que la Copa de Europa del Celtic lo supera). El día que comprendieron que estaban en el laberinto de Dédalo y que, como el hijo de éste, Ícaro, se habían estrellado dos veces por volar demasiado alto para escapar. La crónica de una muerte anunciada se consumó contra los Países Bajos ya que, aunque estuvieron a un gol de la hazaña (necesitaban ganar por tres), pocos creían que los holandeses se dejasen escapar la clasificación. Un espléndido gol de Gemmill alentó las esperanzas de hazaña com el 3-1 pero el sueño duró cuatro minutos, hasta que el futuro valencianista Johnny Rep, en un tiro algo extraño, dejó las cosas en su sitio.

A partir de ahí, la pesadilla se hizo recurrente. En el 82 la eliminación la marcó la diferencia de goles en la derrota con Brasil. La URSS cayó 2-1 y Escocia 4-1. Se la jugaron en el cierre de grupo empatando (2-2) con un gol para cada equipo en los últimos minutos, como en la Alemania Federal, en lo que fueron los últimos coletazos de los supervivientes, como Jordan, Dalghlish o Danny Mc Grain –que se había perdido Argentina-78–, mundial del que también sobrevivían Souness, Hartford, Robertson y Rough. Se incorporó la generación que ganaría la Recopa para el Aberdeen o los citados Hansen y Wark pero el resultado no varió. En el 86, la calidad de Souness y Strachan, junto a la brega de Steve Archibald en la delantera, daban la experiencia a un grupo sin el empaque de antaño. Empataron ante Uruguay, que jugó con diez casi todo el encuentro, para perder después ante la finalista Alemania y Dinamarca. En el 90, derrotas ante Brasil y Costa Rica. Para compensar el leitmotiv, en su debut en la fase final de la Eurocopa-92, derrotas ante la finalista, otra vez, Alemania y Holanda. En el partido de cierre, anotaron su primer gol y se vengaron en los restos de la Unión Soviética, la CEI (3-0). Las dos últimas fases finales fueron, cómo no, en el siglo XX. En la Eurocopa-96, Holanda los dejó fuera ni siquiera por diferencia de goles, sino por anotar más y en el mundial de 1998, tras perder con Brasil y empatar con Noruega, cerraron su participación como últimos de grupo tras una derrota dolorosa (3-0) ante los marroquís de Nouredine Naybet, entonces central del Deportivo coruñés. En el siglo XXI, los Países Bajos se han interpuesto dos veces en el camino de su clasificación y, para el Mundial de Rusia, un empate en casa ante Lituania, en la segunda jornada, les condenó a la ausencia. Irónicamente, mientras Escocia se ha clasificado para mundiales de 16 equipos, ahora que son de 32, sigue sin avistar tierra. De momento, para la Eurocopa 2020 se la juegan en la repesca. Siguen buscando un barniz de cera más resistente para librarse del Minotauro y los pájaros de mal agüero.

Fuente imagen destacada: captura de youtube modificada.

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