Ocaña, born under a bad sign (I)

Justo el año anterior a que Luis Ocaña se convirtiese en profesional, Albert King publicó una canción que le va como anillo al dedo, Born under a bad sign.

Y es que el pricense, desde una infancia poco acomodada hasta una carrera profesional plagada de infortunios, nació con mala estrella. Su ansia de pedalear en solitario como el mejor la castigó el destino con múltiples caídas y accidentes, en diversas ocasiones con compañía fatídica de por medio. Recuerdo escuchar a Leontxo García, con motivo de un KárpovKaspárov, que había tres tipos de jugadores de ajedrez. Cada uno de los rusos representaba uno. El tercero era el killer, representado por Bobby Fischer, tan genial y demoledor como autodestructivo. Excluyendo lo anterior, en el ciclismo probablemente Luis, su némesis Eddy Merckx y Bernard Hinault sean los que encajen mejor en esta taxonomía.

Según los ocañólogos era una persona determinada, obstinada, rebelde e impulsiva; marcado por el carácter de su padre, la época en que creció y los avatares de su infancia –una tuberculosis, dificultades económicas y varios cambios de domicilio. La familia se estableció en la zona de Mont-de-Marsan, no lejos de Pau y ahí pronto se traslucirían estos rasgos, cuando falsificó la firma paterna para poder competir. Lo tenía claro, tanto es así que en su segunda carrera como juvenil subió a lo alto del podio. En 1965, aún amateur, le permitieron correr la prestigiosa escalada profesional al Mont Faron, en la concluyó quinto frente a figuras de la talla de Jacques Anquetil, Raymond Poulidor o Roger Pingeon. Dos años después, se imponía en el Gran Premio de las Naciones amateur enrolado en el Mercier de Antonin Magne y debutaba con el Fagor en el profesionalimo, despuntando con su victoria en el Campeonato de España de Ruta.

En la Vuelta de 1969, su segunda grande terminada, dio otro paso adelante y ocupó el segundo puesto de la general tras Pingeon –vencedor del Tour 67 y que en julio haría podio nuevamente– con tres etapas y el maillot de la montaña en su mochila. El presidente de la Federación Española y luego de la UCI, Luis Puig, declaró: “Hemos perdido la Vuelta, pero hemos descubierto un campeón.” Iba al Tour henchido de optimismo, pero empezó su leyenda negra. En la etapa del Ballon de Alsacia, en el descenso de un puerto, se choca contra una señal de tráfico al borde de la carretera y, escoltado, casi transportado por dos compañeros, padece un tormento hasta la meta. Otro año será. Si en esa etapa se fragua el gafe del castellano, también lo hace el halo afortunado de otro joven con la Grande Boucle, el belga Eddy Merckx. El flamenco, ganador del Giro d’Italia de 1968, se enfundó el maillot amarillo y ejerció de Caníbal desde su primera participación. La ironía es que hacía unos días que se le había expulsado del Giro por un positivo de anfetaminas, al parecer, en la decimosexta etapa. Bien es cierto que las circunstancias no cuadraban ya que, con la carrera controlada y cerca de ganarla por segunda vez, doparse en una etapa llana y sin escollos, desentonaba. Después, se le exoneró de culpa, lo que se cuenta que generó tensiones entre italianos y belgas. No obstante, ilustra que lo que el destino les deparaba.

En 1970, enrolado en el BIC, Luis se impone en la contrarreloj final y arrebata la vuelta al salmantino Agustín Tamames, que iba de líder. Era su primera grande. En julio, Merckx logra el doblete en el Tour, tras imponerse al gran Felice Gimondi en el Giro. Lo lleva a cabo de forma indiscutible, ganando 8 etapas de todos los colores, incluida la del Mont Ventoux, en la que cae exhausto y requiere de oxígeno. Ocaña se hundirá progresivamente. Aunque sale del pavés y las rutas del norte a menos de cinco minutos del belga, la llegada a Divonne-les-Bains destroza cualquier ilusión. Merckx se escapa con los holandeses del Willem II y Joop Zoetemelk a 170 kilómetros de meta en un día caluroso. Atrás, solamente reacciona el BIC de Jan Janssen (ganador del Tour 68 y Vuelta 67) y del espagnol de Mont-de-Marsan, con problemas de hígado y hemorroides. No dan abasto y les caerán más de 12 minutos. La jornada siguiente, tras una buena crono, Ocaña cede camino de otro localidad balnearia, Thonon y se pierde aún más por la clasificación general.

Al año siguiente, la Vuelta contaba con un cartel muy bueno, con los dos primeros de la edición anterior, más Poulidor y Zoetemelk. Sin embargo, será el Peugeot quien domine gracias al veterano belga Ferdinand Bracke, escoltado en el podio por su coequipier y compatriota Wilfred David, con el pricense en el tercer escalón. En el Giro, sin Merckx, que pensaba intentar el récord de la hora tras el Tour, se impuso Gösta Pettersson –el único sueco que lo ha hecho hasta la fecha, tercero en el Tour anterior, que culminaba así su trayectoria deportiva–. Fue su segundo y último podio en grandes como lo fue para el segundo, Herman Van Springel, que ya tenía cajón en un Tour y una Vuelta.

El día más largo de Merckx

Y llegó el Tour-71. Por la batalla descarnada, brutal e inmisericorde, por ser la única vez que humillaron al Caníbal, fue uno de los más míticos. Probablemente no hubo un duelo tan apasionado y vibrante hasta 1987, cuando el irlandés Stephen Roche derrotó a Pedro Delgado, aunque éste fue más civilizado. Aquí, cada batalla era El Álamo, guerra sin cuartel. El castellano da el primer aviso en la etapa 8, con llegada al Puy-de-Dôme, que tantas alegrías ha contemplado del ciclismo español. A 8 kilómetros de la llegada, Bernard Thévenet ataca. Nadie responde. Ocaña, a la expectativa, aguanta un kilómetro y medio para reaccionar, sobrepasando sin problemas al francés y pedaleando a través de la niebla. Etapa aparte, la ganancia será poca, pero solamente mantienen el tipo Zoetemelk (7 segundos), Joaquim Agostinho (13) y Eddy (15). Dos jornadas más tarde, la previa de Orcières Merlette, se llega a Grenoble. En el descenso del Cucheron, Merckx pincha. Se acerca a 100 metros cuando se afrontan las primeras rampas del Col du Porte pero, entonces, Ocaña asesta un golpe certero. Thévenet, Zoetemelk y el reciente triunfador en Italia, Pettersson, aguantan como pueden. Merckx, impotente, culmina el ascenso con dos minutos de desventaja. En el descenso, la rebaja a 1:36 pero cede el amarillo, que lucirá el holandés gracias a ese segundo de ventaja sobre Ocaña con el que inició la etapa.

El calvario de Merckx no había acabado. Sin tiempo para digerir el golpe, acaece una de las etapas más famosas de la historia del Tour, la llegada a Orcières Merlette. Nada más comenzar, en esos escarceos inevitables de las jornadas de montaña, tocan a rebato. Agostinho ataca en la cota de Laffrey. Ocaña, Lucien Van Impe y el amarillo le siguen. Gösta no llega y Merckx ni lo prueba. El portugués corona con 15 segundos sobre el terceto citado, 1:15 sobre el sueco y 2 minutos con el pelotón del brabanzón. Pronto, la batalla es de los cuatro primeros contra el resto. Ocaña se adjudica el sprint bonificado al paso por Pierre-Châtel y es virtual amarillo. La ventaja crece paulatinamente. Aunque en el kilómetro 64 tiene que cambiar de rueda porque rompe los radios nada le detiene. Va apretando las tuercas a sus compañeros hasta que, al pie del col de Noyer, rompe la goma y se aventura en solitario. En la cima, aventaja en 3:55 al pequeño escalador belga, el único entero. Agostinho y Zoetemelk no tardan en llegar pero están a punto de caramelo. Merckx transita a más de cinco minutos, con su equipo destrozado. En la ascensión final, Lucien aparece a 5:52 mientras Merckx se hunde a 8:42 pero, aun así, es tercero. 68 corredores entrarán fuera de control.

Hundido, el Caníbal declara que medita retirarse, pero le dura poco. La etapa siguiente, sin importar el terreno, muestra el orgullo herido y decide que, si va a morir, será matando. En Francia no hay sitio para los dos. Tras preparar concienzudamente el descenso a Marsella en el día de descanso, el Molteni del belga sorprende en la neutralizada al ver que Ocaña está en la parte trasera atendiendo a los periodistas. Protagoniza una especie de crono improvisada hasta el final, en la que recorta 1:56, reduciendo la diferencia en la general a menos de ocho minutos. Merckx añade 11 segundos en la contrarreloj del día siguiente en Albi. Los Pirineos acogen su primera batalla con una llegada tan clásica como subir el Tourmalet o el Aubisque: Luchon. De salida, en el Portet d’Aspet, José Manuel Fuente, el Tarangu, se aventura en solitario para sumar su primera etapa en la ronda gala. El flamenco lo intenta un par de veces pero Ocaña responde sin titubeos. El día es bochornoso. Sin embargo, en el horizonte, oscuro, se fragua la tormenta, y no solo meteorológica. En el descenso, Merckx no rebla y acredita su fama en las bajadas. Ocaña, alma gemela, ansía el triunfo total y aplastante y, por mucho que le cueste, no quiere conceder ni un segundo más. Se llega a Menté sin novedades hasta que el tiempo pasa de calor a lluvia, que se torna en diluvio antes de coronar. En la bajada, el belga se lanza a tumba abierta. Y deportivamente, no hay mejor definición. Solo que en la fosa acabará el español de Mont-de-Marsan. De nada sirve que desde el equipo le imploren cuidado, conscientes de la ventaja y del terreno que queda. Uno de ellos, su coequipier Johnny Schleck, el padre de Andy y Franck, rivales de Alberto Contador (de hecho, por todo el asunto del clenbuterol, Andy es ganador de Tour, algo que Luxemburgo no conseguía desde Charly Gaul).

El periodista Pierre Chany lo describe: dos kilómetros después de la cima, en una ruta estrecha, “un tiempo de una violencia inaudita sacudía la montaña. El pedrisco crepitaba en los techos de nuestros coches, torrentes furibundos de agua negruzca inundaban la calzada”. En una curva a la izquierda que erizaba los cabellos, Merckx derrapa y cae. Con la rodilla dolorida, sigue. Ocaña no tendrá tanta suerte. A punto de reanudar la marcha, Zoetemelk se estampa contra él y lo remata. Agostinho, Thévenet y Mariano Martínez también tropezarán con el conquense antes de que lleguen los equipos de rescate. El resto ya no importa. Da igual la elegante actitud del campeón brabanzón negándose a ponerse el amarillo en Luchon o que después declarase que, para ganar así, mejor ser segundo. La diosa Fortuna declaraba el Tour territorio Merckx.

Fuente imagen destacada: captura de youtube modificada.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar